- Duración: 4 sesiones de 1:30 horas
- Publico destinatario: Adolescentes de 12 a 18 años (ESO y Bachillerato)
- Participantes: Entre 25 y 35 personas
- Asignaturas: tecnología, educación física, ciudadanía, plástica y lengua
Antecedentes
La obsolescencia programada
Podemos definir la obsolescencia programada como una práctica en beneficio de la empresa que proyecta de forma anticipada la vida útil de los productos. Ello implica el desgaste natural de los materiales, usando una estrategia en la cual sus arreglos sean más caros que la compra de uno nuevo.
Este concepto surgió en los años 20 con la sociedad de consumo y la producción en masa. Después de la crisis económica de Wall Street, en 1932, Bernard London propuso terminar con ella a través de la obsolescencia programada. Su objetivo era obligar a las fábricas a producir objetos que rápidamente se deterioraran para sustituirse por otros nuevos y así reactivar la industria y la demanda de productos. Nunca se llegó a imponer por ley, pero sí se tomó como modelo en muchas empresas, especialmente en el ámbito de la electricidad. La obsolescencia programada ha adquirido un papel fundamental en la fabricación de productos, tanto es así que se enseña en escuelas de diseño e ingeniería.
El caso de Ghana
Esta práctica da lugar al desgaste de los recursos naturales, pues el mayor consumo provoca un innecesario gasto de energía y materias primas que provocan contaminación y llevan al cambio climático.
La obsolescencia programada tiene su máxima repercusión en países como los de África sur-sahariana, por ejemplo Ghana. En Ghana, concretamente en el barrio de Agbogbloshie en su capital Accra, existe un gran descampado de productos electrónicos procedentes de países de Norteamérica o Europa., donde las grandes empresas no contemplan el reciclaje de las partes de sus tecnologías y, de hecho, invitan a deshacerse de ellas.
El proceso
Los aparatos electrónicos son empaquetados en grandes tanques, sin hacer distinción, y son enviados a puertos de países del sur como “productos de segunda mano para ayuda humanitaria” en un intento de mostrar la cara de la solidaridad y, de manera encubierta, solucionar un problema de sostenibilidad de países del norte.
En los mercados de Ghana, estos productos se venden a bajo precio para ser reconstruidos, o simplemente para acabar en un vertedero. Una vez allí, los jóvenes de familias de alrededor queman los cables para conseguir el cobre y poder venderlo a China y Dubai, entre otros países. Este cobre acabará de nuevo vendido a países europeos y norteamericanos. En cambio los plásticos y otros restos de chatarra acaban siendo meros residuos que van dejando restos en el río, el mar y el aire (Ottaviani, J., 2015).
Las repercusiones
Para el país que recibe estos residuos es un gran problema con repercusiones:
- socioeconómicas que se identifican con la precariedad de los empleos de los vertederos.
- sanitarias para las trabajadoras y para toda la población de los alrededores, ya que la quema de plásticos, elementos metálicos y químicos intoxica el aire y es causa de muchas
enfermedades respiratorias y cutáneas. - medioambientales, por los gases nocivos, la contaminación de la tierra y del agua del río que sufre la población de la ciudad.
Debido a esta situación cada vez más insostenible, el gobierno ghanés está trabajando para la sostenibilidad de su país y ha prohibido, de momento, el envío de neveras y frigoríficos. El problema actual reside en la recepción de ordenadores, televisores, teléfonos, etc. y sobre todo en la eliminación de los residuos que ya están en el país.