El concepto de ciudadanía global es un concepto amplio y suficientemente difundido como para poder ser interpretado desde diferentes vertientes. Aquí explicamos dos.
Por un lado, el que defiende la transformación social. La ciudadanía global debe incorporar elementos como la capacidad crítica y analítica, de decisión y creación de discurso, y la participación política y la vertiente ética y moral de las personas. Esta ciudadanía global se desarrolla en el marco del proceso de construcción democrática del que forma parte, del que se enriquece y al que enriquece. Además, este concepto de ciudadanía global también incorpora un elemento fundamental, y es la responsabilidad de cada una de las personas (ciudadanos/as globales) en la defensa y protección de los derechos humanos. Así pues, la defensa de los derechos humanos forma parte de la responsabilidad colectiva e individual.
Por otro lado, encontramos el concepto de ciudadanía global que han empezado a impulsar las empresas o corporaciones multinacionales, que han reinterpretado en términos de economía de mercado el concepto «ciudadanía global». La vinculación entre economía de mercado y ciudadanía global lo han hecho mediante la superación del concepto Responsabilidad Social Corporativa, que, según algunos documentos, era limitada ya que sólo focalizaba la acción en las obligaciones y responsabilidades de las corporaciones multinacionales hacia los estados en los que operan/actúan.
Así nace el concepto «ciudadanía global corporativa». Un concepto que podemos encontrar en los documentos de la UNCTAD (Conferencia de Naciones Unidas para el Comercio y el Desarrollo) y del Foro Económico Mundial. La asimilación del concepto por parte de algunas corporaciones ha sido tal que se han establecido espacios en los organigramas para dar cabida a vicepresidencias de ciudadanía global corporativa (como es el caso de la Fundación ING) e, incluso, hay premios de ciudadanía global corporativa.
La ciudadanía global corporativa introduce una nueva dimensión donde las corporaciones adoptan un papel cada vez más preeminente en las «problemáticas globales». Así lo expresa Klaus Schwab del Foro Económico Mundial en la revista Foreign Affairs:
«La ciudadanía global corporativa (…): contribuye al fortalecimiento de la sostenibilidad del mercado global. (…) La ciudadanía global corporativa hace referencia al papel de las corporaciones en temas que tienen un profundo impacto en el futuro del planeta, como son el cambio climático, la escasez de agua, las enfermedades infecciosas o el terrorismo. Otros retos que incluye la ciudadanía global corporativa son la provisión del acceso a los alimentos, educación y tecnologías de la información; extrema pobreza; crimen transnacional; corrupción; estados fallidos; y respuesta y asistencia ante desastres. Cada uno de estos problemas tiene un alcance mundial, incluso si las soluciones pueden tener un ámbito local».
La cuestión central es ¿cómo actúan las empresas transnacionales cuando el equilibrio entre el estado (muy debilitado por una globalización económica y financiera que lo supera) y el mercado no es tal? Cuando los mercados y las corporaciones están en una posición de fuerza ante países que necesitan inversiones, ¿qué características adoptará la ciudadanía global corporativa?, especialmente teniendo en cuenta que las corporaciones tienen como objetivo la maximización de sus ganancias.
La idea de ciudadanía global corporativa ha calado en muchas multinacionales, que ven en esta visión del futuro de las corporaciones otro mercado. Éste sería el caso de Porter y Kramer que afirman que: «Cada empresa puede identificar el conjunto particular de problemas sociales por los que está mejor equipada con el fin de ayudar a resolverlos y de los que puede obtener el mayor beneficio competitivo».
Tal y como se puede comprobar, la ciudadanía global de las empresas transnacionales tiene pocas coincidencias con el concepto de ciudadanía global que tienen organizaciones del tercer sector, especialmente ONGs que defienden valores transformadores orientados a la consecución de la justicia social y el cumplimiento de los derechos humanos. Se oponen la visión continuista del sistema de producción actual con la visión transformadora.
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