La Educación para el desarrollo surge tras algunas décadas de políticas de cooperación internacional al desarrollo impulsadas en el contexto de Guerra Fría. En una primera fase, se pretendía aumentar la implicación de la ciudadanía en la dotación de recursos a proyectos desarrollados en los países del (denominado) Tercer Mundo, siendo posteriormente que se va introduciendo una perspectiva crítica sobre las políticas de cooperación y el propio modelo de desarrollo.

“Proceso educativo (formal, no formal e informal) constante encaminado, a través de conocimientos, actitudes y valores, a promover una ciudadanía global generadora de una cultura de la solidaridad comprometida en la lucha contra la pobreza y la exclusión así como con la promoción del desarrollo humano y sostenible” (Ministerio de Asuntos Exteriores y de Cooperación, 2007).

Por su vinculación estratégica con la política exterior, la educación para el desarrollo es el ámbito educativo para el que las ONG han recibido una mayor financiación, por lo que abundan las propuestas y materiales diseñados desde esta perspectiva. Sin embargo, ha sido también la menos abordada por el ámbito académico, de modo que el desarrollo de su marco teórico en el contexto estatal es muy reciente.

Su presencia en el currículo reglado es también reciente y bastante puntual. Sin embargo, la aportación del ámbito es fundamental tanto para la comprensión crítica de la globalización y sus efectos, como para entender las implicaciones globales de algunos fenómenos locales y acceder a propuestas alternativas factibles como el comercio justo y el consumo responsable.